Animales fantásticos y dónde encontrarlos, de David Yates

17 diciembre, 2016

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Hay creadores que acaban atados a sus creaciones de por vida, incluso aunque en principio pudieran considerar que era tan solo un camino temporal. Este hecho no es negativo per se, pero acaba teniendo consecuencias. La autora británica J. K. Rowling (1965) es uno de estos ejemplos más evidentes en las últimas décadas. A pesar de que culminó la saga de Harry Potter con la séptima entrega en 2007, dejando aparte obras spin off surgidas para enriquecer la ambientación al ser libros dentro de la propia historia narrada, como Los cuentos de Beedle el bardo (2008), no solo ha seguido ligada al mundo mágico que creó, sino que según ha transcurrido el tiempo, se ha ido sumergiendo cada vez más en él, alejándose del nuevo perfil que estaba tanteando con resultados dispares. 

No obstante, que la ya célebre escritora retorne a su particular creación no tiene por qué derivar en un regreso triunfal. Es más, a veces ni siquiera dependerá de sus esfuerzos. Ahí tenemos, por una parte, la obra teatral Harry Potter y el legado maldito (Harry Potter and the Cursed Child, 2016; el autor es Jack Thorne basándose en una historia creada entre Rowling, el director John Tiffany y él mismo) y, por otra parte, el inicio de una nueva saga que ahonda en otros aspectos del mismo mundo: Animales fantásticos y dónde encontrarlos (Fantastic Beasts and Where to Find Them, David Yates, 2016).


A partir de la obra homónima, un manual sobre las criaturas mágicas del universo ficticio de Harry Potter, a la par que una obra que aparece mencionada en la saga, J. K. Rowling se erige como guionista de la historia para mostrarnos las andanzas en el primer tercio del siglo XX del mago Newt Scamander (Eddie Redmayne). Este particular personaje se dedica a la investigación de las criaturas mágicas que pueblan el mundo, tratando tanto de conocerlas como de protegerlas, sobre todo de los prejuicios de sus compañeros magos. Ambientada algo más de medio siglo antes del nacimiento de Potter, no se trata de una precuela de sus aventuras, sino de otras historias ambientadas en este universo y relativas a personajes nuevos o, bien, a secundarios o mencionados en la saga original, como lo fueron Albus Dumbledore o Gellert Grindelwald.

De esta forma, seguimos a Newt a través de sus andanzas en la Nueva York de los años veinte, en un momento de cierta represión mágica por parte del MACUSA, o lo que es lo mismo, el Congreso Mágico de Estados Unidos, con el fin de evitar enfrentamientos directos con las personas no mágicas, que deben seguir ignorando su existencia. Sin embargo, Newt lleva consigo una maleta llena de criaturas mágicas, cuya propiedad en la ciudad están prohibidas, y no tardará mucho tiempo en meterse en líos, descubriendo la magia al muggle o no-maj, según el término estadounidense, Jacob Kowalski (Dan Fogler) y siendo arrestado por Tina Goldstien (Katherine Waterston). Tras una confusión digna de una comedia de enredos, varias criaturas de la maletín de Newt acabarán libres por la ciudad y dependerá de este particular grupo, Newt, Jacob, Tina y su hermana Queenie (Alison Sudol) devolverlos al maletín e impedir que afecten a la delicada situación de los magos.


A la vez, un grupo de no-maj liderados por Mary Lou Barebone (Samantha Morton) componen la Sociedad Filantrópica de Nuevo Salem, tratando de exponer a los magos para quemarlos en la hoguera, sin demasiado éxito. Junto a ella, su apocopado hijo adoptivo Credence (Ezra Miller) busca por orden del auror Percival Graves (Colin Farrell) a un niño con un gran poder mágico oculto, aunque sus intenciones son inciertas. Mientras, la amenaza del mago oscuro Grindelwald (Johnny Depp), tratando de instigar un enfrentamiento entre magos y muggles, pendula sobre Nueva York.

Como podemos apreciar, hay dos líneas narrativas, con sus múltiples matices en cuanto a caminos derivados, que no acaban por congeniar, aunque acaben entrelazados. Para empezar, encontramos una introducción que nos sitúa como amenaza principal del mundo mágico al mago oscuro Grindelwald, potenciando la idea de que hay cierto afán por emigrar para evitar a este villano. Sin embargo, esta introducción que emplea un montaje de titulares de periódicos, no sirve para transmitirnos el miedo que debería crearse en torno a este personaje. Es más, no se logrará en toda la película, dado que acabará pasando como un tema menor, salvando un hecho del tramo final que tan solo sirve para justificar las acciones de cierto personaje, pero sin haber creado nunca la sensación de auténtico peligro que debería derivarse de este tipo de magos. Si bien el plan cobrará sentido hacia el final de la película, no se ha profundizado en las motivaciones ni de una parte, ni de otra.


En este sentido, resulta bastante curiosa que detrás de Animales fantásticos y dónde encontrarlos esté el mismo equipo creativo de la franquicia de Harry Potter, incluyendo a la autora original. Señalamos esta cuestión porque muchos de los elementos que funcionaban y estaban bien engarzados y desarrollados en la saga del joven mago, aquí resultan bastos, indefinidos o sin fuerza. Por señalar un par de ejemplos, si en Harry Potter y la piedra filosofal (Chris Columbus, 2001) nos encontrábamos con un villano final poco evidente en principio junto a un Voldemort como figura que, a pesar de estar supuestamente muerto, seguía atemorizando a los magos corrientes o en Harry Potter y el prisionero de Azkaban (Alfonso Cuarón, 2004) se sembraban las dudas en torno a la inocencia o la culpabilidad de Sirius Black, aquí la sorpresa final en torno al villano está carente de fuerza y el intento de erigir a un antagonista ambiguo no se consigue, todo debido a un clímax demasiado brusco, tanto para el Obscurus como para lo relativo a Grindelwald.

Hay un exceso de confianza en rellenar huecos bien a posteriori, con las próximas entregas, como en la información que el fan puede conocer. Por una parte, es positivo, dado que no se da espacio para neófitos a la hora de afrontar este universo. En efecto, el mundo mágico ya no necesita apenas explicación y esto se evidencia en el uso de hechizos y elementos con celeridad en la historia, desde el principio; así, tal y como sucede con otras franquicias, al estilo de Star Wars, el espectador ya debería saber qué va a encontrar con respecto al mundo creado por Rowling. Sin embargo, si en la saga original con las aventuras de Harry Potter, tanto escrita como cinematográfica, dejaban un tiempo para la presentación de nuevos personajes y cuestiones de interés para la trama, aquí todo queda bastante reducido, partiendo del protagonista y culminando en el apartado ya mencionado del villano.


Siguiendo precisamente por la línea de las criaturas mágicas, nos encontramos con Newt, un personaje demasiado difuso para el espectador, con una personalidad introvertida que envuelve la actuación de Redmayne de una sutilidad que roza la inexpresividad. El problema no reside en este tipo de personaje, que hasta nos puede llegar a hacer dudar de cierto autismo o Asperger, incluyendo su obsesión con las criaturas mágicas, sino que nunca se nos abre, ni de forma directa, por sí mismo, ni indirecta. Hay una escena junto a Queenie donde se insinúa parte de su pasado y, como ya se ha hecho público por parte del director, será algo que se explore en próximas películas, pero en esta primera entrega no es suficiente. No se trata de que el personaje pueda resultar plano, sino que es falsamente profundo, falsamente porque su profundidad es debida más a incógnitas que a aquello que hemos podido ver en pantalla. Debido a este vacío, existe una desconexión entre público y protagonista.

En parte esa indefinición se extiende a otros personajes, como Tina, cuya situación en el MACUSA es comprensible y encontramos en ella a una persona honorable y leal a sus ideales, tan recta que acaba por ir incluso en su contra, pero con una evolución de altibajos. Tampoco se comprende su relación con Percival Graves, que parece estar muy pendiente de ella según se nos insinúa por varios planos, aunque nunca sabremos los motivos. Este auror es un misterio de por sí, retratado más bien por su cargo y por unas características mínimas que por informarnos de quién es realmente. Sus motivaciones las comprenderemos mejor al final, aunque la película nos ofrece varias pistas para los más avispados y seguidores de la franquicia, pero para ello habremos atravesado algunas escenas confusas en un doble juego entre el MACUSA y su extraña relación con Credence que apenas se entiende. En relación a este personaje, no se ofrece explicación alguna a por qué Newt sospecha sobre su identidad en su último encuentro.


Siguiendo con la construcción de personajes, la subtrama de Nuevo Salem es confusa, con personajes que pululan por escena sin mayor definición. Tan solo la presidenta de la Sociedad, Mary Lou, está definida por su fanatismo e intolerancia, aparte de una rigidez que la lleva a maltratar a sus hijos adoptivos, con especial fijación por Credence (un personaje poco atinado a la hora de intentar compadecernos de él). Junto a ellos, sus intentos por tratar de sacar a la luz a los magos nos lleva hasta un periódico con otra subtrama de una familia no mágica: magnate dueño del periódico con dos hijos, uno el deseado político y otro la oveja negra tratando de encontrar su espacio y lograr la admiración de su padre. Curiosamente, esto tendría relación en el tramo final con el miedo a la rebelión y el enfrentamiento entre el mundo mágico y el no mágico, pero esa amenaza ni siquiera se representa más que con la sorpresa de los segundos, disipándose todo interés en estos personajes y, por supuesto, resultando innecesarios. Al otro lado, el MACUSA, con su presidenta (Carmen Ejogo) al frente, representa los mismos valores negativos que el Ministerio de Magia en la saga original: secretismo, rigidez y negación de la realidad que les rodea, hasta que resulta demasiado tarde.

Por contra, salen ganando Queenie y Jacob por ser personajes muy bien definidos con pocas características. La aparente frivolidad unida a la inocencia y el uso de la legeremancia, o lectura de la mente, de Queenie no le aportan ningún trasfondo, pero logran erigir a un personaje adecuado tanto como desahogo cómico junto a Jacob, como contraparte del interés por la magia del no-maj, así como receptora de la tristeza o los pensamientos de Newt, en una de las escenas donde mejor se nos muestra la personalidad oculta, de tipo más melancólico, del protagonista. Jacob, por su parte, es un personaje agradable por su humor blanco, debido sobre todo a su torpeza dentro del mundo mágico como a su sorpresa y su capacidad para maravillarse de lo que descubre junto a Newt, Tina y Queenie. Prácticamente encontramos en él a una representación de los seguidores de la saga que la viven con ilusión, una ilusión propia de las cosas de la infancia y que logra que se erija como un personaje carismático. El hecho de que la historia de Jacob y Queenie parezca tener un cierre satisfactorio nos da una idea de cómo de bien ha funcionado su subtrama en un argumento general que, sin embargo, no lo ha logrado.


En definitiva, una cantidad de personajes cuyas historias se pierden y que no parece que vayan a ser relevantes en un futuro. Todo ambientado con una estupenda estética de los años 20 que sienta bastante bien al mundo mágico, con elementos muy reconocibles de la franquicia anterior junto a nuevas incorporaciones, sobre todo en el apartado de animales fantásticos, destacando el nuevo concepto de Obscurus. Esta cuestión es bastante interesante, dado que se incorpora a la idiosincrasia de Harry Potter con bastante acierto, como símbolo mágico de la depresión, la represión o el maltrato (aquí, igual que sucedió en X-Men 2 [Bryan Singer, 2003], hay quienes han observado cierto paralelismo entre la represión de la homosexualidad con la represión de la magia, y la depresión que puede derivarse de la misma, que incluso podría llevar al final fatal del suicidio; una interesante correlación de la que me gustaría dejar constancia). Además, puede ser un elemento recurrente en esta saga que comienza. El resto de criaturas resaltan por tener características tan particulares, que las individualizan y las hacen sentirse únicas. Sin duda, componen el apartado más espectacular de la película y, por momentos, de los más entretenidos, a pesar de que por sí mismos no ofrezcan un argumento de interés. Por cierto, buen rescate de elementos ya habituales en este universo como la poca fiabilidad que se puede tener en los duendes, incluyendo el interesante bar clandestino, o la esclavitud de los elfos domésticos

En Animales fantásticos y dónde encontrarlos existe una apuesta firme por tocar temas sociales de forma abierta, algo que sucedía en la anterior saga a veces de forma más sutil. Por la pantalla podemos notar desde la defensa del medio ambiente, en contrato la defensa animalista a través de las criaturas mágicas que protege y cría Newt, como críticas a la intolerancia, al fanatismo o al odio a lo diferente, representado sobre todo en las relaciones tensas, prohibidas y ocultas entre magos y no-maj, sin olvidar la aparición, crítica, de la pena de muerte como otra diferencia entre Estados Unidos e Inglaterra.


Sin embargo, como ya advertíamos, uno de los principales problemas de la película es la existencia de dos tramas que tratan de unirse, pero que tienen ritmos y profundidades distantes. Los animales fantásticos parecían ser el centro de la atención de la historia, pero casi llegan a convertirse en una distracción de una trama más oscura y potencialmente más interesante que no se desarrolla para seguir dándole espacio a las criaturas de Newt. En la indecisión por apostar entre una historia y otra, se logra un resultado desigual y desiquilibrado en ambas mientras que tratan de ocultar esas carencias con una espectacularidad innegable que, a veces, puede llegar a rozar la confusión visual.

Parece que al final no logra alcanzar su espacio, entre la comedia de enredos mágica, la búsqueda de criaturas mágicas al estilo buddy movie, el drama social o la aventura de consonancias más épicas. Las amenazas no se sienten como tales, apenas hay conexión con los personajes y tan solo la magia parece desplegarse sin miedo en una película que, como ya sucediera con la explosión de hechicería de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte 2 (2011), se permite toda la espectacularidad. En efecto, es ese universo, tiene ante sí todo un apartado único que explotar, pero carece de algo fundamental: alma, interés, fuerza dramática y catártica. Mueve sus temas, mueve a sus personajes y nos logra entretener incluso con tramos más aburridos, pero al final uno acaba quedando con sensación de vacío. Y no hay nada peor que plantearse si ha servido de algo recorrer el camino cuando lo has concluido. Habrá que esperar por si las próximas entregas remontan el vuelo.


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