El juego del ángel, de Carlos Ruiz Zafón

11 agosto, 2011

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Tras el éxito de La sombra del viento, Carlos Ruiz Zafón decide continuar con las historias ambientadas en Barcelona, todos compartiendo unos mismos elementos, como la librería de la familia Sempere o el cementerio de los libros olvidados. Y como seguna novela relacionada con estos temas, surge El juego del ángel, obra que, con el precedente éxito de la anterior, pretendía repetir el éxito y consiguió una primera tirada batiendo récords, aunque, ¿podemos hablar de calidad?



Adentrándonos en la Barcelona de principios del siglo XX, nos situamos en la piel de David Martín, huérfano de diecisiete años que aspira a ser escritor, con cierta sensibilidad por los libros y amistad con una librería que los lectores de La sombra del viento recordarán: la librería de la familia Sempere, aquí siendo parte del escenario en un plano más alejado que el que tuviera en la anterior novela, pero con una importante relevancia. David, que comienza trabajando en un periódico, irá ascendiendo en su sueño, en gran medida gracias a su amistad con un escritor consagrado (y ficticio) llamado Pedro Vidal.

Y tras la presentación de personajes, volveremos a adentrarnos en el cementerio de libros olvidados, a recoger un libro cuyo autor también parece haber fallecido. La originalidad de esta obra pierde, como si el autor retomara la misma línea que en La sombra del viento con personajes similares, pero sin la misma fuerza. Además, a partir de la mitad del libro, nuestro protagonista, salvado de forma milagrosa gracias a un pacto con el misterioro personaje Andrea Corelli, comienza a escribir una novela por encargo de este editor, una linea argumental que ya se ha empleado en muchas otras ocasiones, aunque en este caso con una clara diferencia: el proyecto es crear una religión.

Carlos R. Zafón
Podría resultar inquietante de haber obtenido un resultado, pero según avanzamos nos encontramos ante más escenas que parecen fruto de una mente hilarante, con el sueño de un amor perdido que siempre acompaña a los pensamientos de David: Cristina.

Quizás la chispa más carismática de la novela la proporciona Isabella Gispert, la que se convertirá en ayudante de David para cumplir su sueño de ser escritora de renombre. Una joven que, para su edad, tiene bastante ingenio a la hora de responder. También es remarcable las escenas que suceden en la librería Sempere, quizás por la familiaridad que pueda despertar en el lector en sus descripciones entrañables.


Carlos Ruiz Zafón mejora su prosa en este caso, aunque no parece haber cautivado tanto como lo hizo con La sombra del viento y sigue cometiendo ciertos errores o, simplemente, se repite como el eco desde las líneas de su anterior novela o de cualquiera de sus anteriores obras. Consigue, se debe admitir, escenas que recuerdan al estilo decimonónico y, además, sabe entretener e intrigar al lector al estilo de los folletines.

Quizás, en este caso, no ha tenido tanta relevancia como lo tuvo La sombra del viento, pero pierde la energía de la anterior y con un argumento que es más bien flojo, aunque intenso en las relaciones entre personajes. Enternecerá a los lectores de Zafón la relación que hay entre sus dos últimas novelas, sobre todo si toman cariño a los personajes concretos. Y el final podrá dejar un extraño sabor de boca, como quien se siente engañado por el autor o no sabe si acaso está leyendo los delirios del protagonista. ¿Fantasía en una novela realista o el drama de una alucinación?

Opinen ustedes si han decidido adentrarse en El juego del ángel.



 
Ángel de la catedral de Granada, fotografía de LJ
Escrito por Luis J. del Castillo

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